TRASFONDOS

Con la “fiesta” terminada y la desgracia que estuvo a punto de suceder, algunos de los invitados decidieron volver a su lugar de origen, ya que consideraron que si la Inquisición no podía protegerse de los ataques en su misma fortaleza, no podrían lograr mucho fuera de ella. Esto significó un golpe duro para la organización, ya que dependían de muchas de las personas que habían acudido ese día para seguir funcionando en todos los confines de Thedas.

Ellana y los consejeros no tuvieron más remedio que confiar en aquellos pocos que prometieron apoyar de alguna manera desde el lugar al que se marchaban, lo cual quedó como su única esperanza para conocer a quien quiera que fuera ese nuevo enemigo que había intentado eliminar a la cabeza de la Inquisición.

¿Qué buscaba? ¿Cuáles eran sus motivos? Y lo más importante: ¿quién era?

Esas eran las preguntas que ahora importaban, y que mantenían a todos en la intriga.

Pero pronto obtendrían las respuestas, y cada una de las personas que había aceptado ayudar a la organización tendría un papel indispensable en lo que estaba por suceder.

La Inquisición pensaba que al derrotar a Corifeus se había deshecho de un gran problema, aunque la realidad era que también había creado uno más grande.

Un nuevo enemigo había aparecido, y una nueva lucha estaba por comenzar.