Aparecieron en una isla desierta, llena de vegetación, pero también lluvia. Tan pronto tocaron el suelo, Nissa vio cómo Kaidan caía inconsciente al suelo. Gruñendo, tomó al elfo de los brazos y lo jaló consigo hacia una de las cuevas que había en el lugar. Cuando estuvieron dentro, la elfa se apresuró a encender una fogata y a recostar al arquero. Se sentía confundida. ¿Acaso la había salvado? Había resultado mortalmente herido por su culpa, y aunque el espectro que los había atacado antes de que cruzaran el portal les había dado, el elfo se había llevado la peor parte. Durante las siguientes horas, Nissa se dedicó a buscar las heridas de su cuerpo y a curarlas. No quería quedarse sola en un lugar desconocido. Aunque odiaba admitirlo, la soledad la espantaba.
--Vamos, despierta... --murmuró la elfa para sí mientras colocaba un pañuelo húmedo en los labios del elfo herido.
--Vamos, despierta... --murmuró la elfa para sí mientras colocaba un pañuelo húmedo en los labios del elfo herido.